viernes, 29 de marzo de 2013

No he leído "El Capital"

Me levanté por puras ganas de ducharme y sin nada en la cabeza.

* * *

Después de un repaso al la "red social" esa soy un auténtico "rojo" de cafelito y comentarios online.

* * *

No he leído "El Capital" porque se me hizo largo. A esas alturas no necesitaba que nadie me explicase que las falacias capitalistas son superficiales argucias de unos tarados que solo quieren aprovecharse de los demás. No hace falta la profundidad de razonamiento que Marx emplea, ni su atención al detalle. Aunque la sociedad sí necesita que esa obra sea de referencia, esa y toda la que pueda ayudar a destronar esa mentalidad enferma que nos gobierna.

En cambio, leí con gusto "The Invention of Capitalism" (en papel), que contiene muchas referencias a Marx pero se lee fácilmente, quizás por puro placer para la curiosidad histórica que algunos llevamos dentro: "Así ocurrió? Tiene sentido!".

No hacen falta grandes esmeros para ver la Realidad. Una vez que te tomas la dichosa pastilla roja. Esa que te han entrenado para no ver desde la más indefensa infancia. Realidad, ¿qué realidad? Yo lo que siempre he querido es tener un cochazo, tener una mujer, tener una casa, hijos, perro, tener, tener, tener. Desde pequeñito. Desde antes de nacer. Desde que me concibieron con esa misma ni-idea. Cosificarlo todo y tratar de adquirirlo. No ser feliz con nada ni dejar a nadie serlo. Mira a tú alrededor, funciona!

Un saludo a esos "valientes" que se disponen a bautizar a sus hijos. Porque Dios (TM) dijo: "Creced y multiplicaos"... Hasta que reventéis el planeta, o reventéis de infelicidad. Mientras tanto sed carne de cañón, y de fábrica, y de multinacional. Siempre al servicio de una esquizofrénica élite canibal formada por personas tan asustadas e ignorantes como vosotros; pero mejor vestidas.

* * *

Se ríe la madre de mi hijo, que si tan rojo soy por qué trabajo para un sistema que detesto. Quizás soy un rojo de cafelito y comentario online. De indefensa infancia y madurez tardía. Tratando de nadar igual que un pez en un mar de mediocridad.