lunes, 6 de junio de 2011

Un millón de átomos

"Here shall we live in this terrible town
where the price for our eyes shall squeeze them tight like a fist"
David Bowie - Slow Burn

En el apresurado recorrido matinal a veces me ocurren estas cosas. De repente me atraviesa una partícula subatómica que llega del espacio exterior con una velocidad impensable, sin embargo ni la noto porque ha tenido el acierto de pasar sin chocar con ninguno de mis átomos. O quizás sí lo hace, descargándose en algún nervio y provocando una sensación de zumbido absurdo (saco el móvil y nadie me ha llamado). Si un día cayesen muchos de esos sí que lo notaríamos de verdad. Cuestión de probabilidad, que pase una buena ráfaga, un rayo alfa, beta, o gamma, (aunque omega sería la letra más adecuada). Una lluvia atómica, minúscula en la escala universal, nos desharía en humo y carbón a mí y a estos que me cruzo, tan apresurados todos, y tan seguros que parecen sentirse en sus enormes vehículos de acero. Incluso a esa chica que se desplaza tan feliz en su bonita bicicleta.

Así, me pregunto si seré el único que intuye esa fuerza inmensa que ha de terminar en cualquier momento lo que creó por puro accidente... Y entonces la veo.

Parece muy triste sentada en un escalón, envuelta en una manta y con una botella de agua por compañera. No parece una sin-techo, al menos no una que lo haya asumido aún. ¡Ay, esa cara de pena! Ver algo así me hace titubear; pero las piernas saben bien su camino. Aún no sé qué pensar y ya he pasado de largo. Por qué no le hablo, me intereso por su situación, le hago ver que somos todos hermanos, y así de paso me lo demuestro a mí mismo. Pero ya estoy lejos, es muy fuerte la rutina. Me doy cuenta de que tengo el corazón de piedra; pero si hoy voy con tiempo de sobra! Me detengo, y haciéndo como si fuese a cruzar la calle vuelvo la mirada. No cuesta pasar desapercibido mientras observo, desde luego no soy el protagonista de la mañana en esta calle. Otros pasan, lo mismo piensan como yo, quién sabe, pero disimulan igual o mejor. No quiero perder el momento pero lo más que aventuro es a robar disimuladamente una pobre foto.


En la oficina estaré a salvo, me podré concentrar en interminables problemas abstractos que me ayudarán a olvidar la tristeza de esa chica, y las tristezas de muchos otros. Ya he doblado la esquina, casi estoy ahí... Veinte minutos antes de lo normal.

* * *

Hoy si la vuelvo a ver le hablaré, porque me hubiese gustado contar eso de mí, que paré y me interesé por la chica triste... Pero ya no está.

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